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Descubro que la ansiedad no tiene límites
coherentes.
Hablo por mí y por todos cuando digo
aunque no diga nada.
Es la cultura del vacío y sin embargo
roza lo incierto,
porque el mundo entero no tiene sentido.
sino cinismo puro.
Y me río de los nombres de los Hombres
que ¿Para qué? ellos no saben nada
y se llenan las manos con discursos
inútiles.
ENFERMOS.
Nos merecemos lo que tenemos y un abismo eterno nos abraza como campanas. Muertos no estamos, pero parecemos y somos. MALDITOS.
Me abruma su ego. Al final son caras
bonitas
efímeras
pasajeras
violentas
seductoras
atroces
(que no dicen nada)
Y como idiotas adulamos sus gestos
y su bronca llena de falsas promesas
vanas. De odio
Saquearon nuestros puertos
¿Y nosotros qué?
A nosotros no nos escucha nadie
Sólo los locos
(los locos cuerdos)
de este mundo enfermo. Escupen llamas y vomitan vorágines imperceptibles de destrucción.
Continuamos en un sendero hasta la Muerte
(otra vez) que es lo único seguro y sano.
Sabio. Camino de
regreso a la nada
misma de la que venimos.
todos. incluso sus caras de odio.
Yo sé que al final nos reiremos del hambre
porque incluso los que más comen terminan muriendo.
¿Para qué acumulan tanto?
Igual mueren despiertos.
Foto: Centro Histórico, Ciudad de México.