top of page

SOMOS: vidas en Artemisa, Cuba (I)

Una pequeña aclaración: #SOMOS es un proyecto fotográfico de retratos a humanos de distintas partes del mundo. Vengo acumulando un sinfín de imagenes de personas, en su mayoría desconocidas y callejeras, que se me pone como desafío para acercarme al otro, para romper la barrera que nos separa y conversar. Este primer post de #SOMOS es un reflejo de ello aunque con ciertos "conocidos". Acá van los primeros 4. Por longitud, dejé los demás retratos de Artemisa para el próximo post.


1. Oscar Rodríguez fue diputado nacional en 1998 y es doctor en geografía. Me junté con él en la placita de Ceiba del Agua y después fuimos a lo de Carmen (foto 2), que nos sirvió café mientras charlábamos. Oscar me explicó, en mi primer día, varias cosas importantes sobre el sistema democrático cubano: es difícil de explicar. El sistema actual se institucionalizó en 1976, que es cuando Fidel asumió como Presidente del Consejo de Estado. Antes, a diferencia de lo que cree la mayoría, los presidentes de la Revolución habían sido Manuel Urrutia (que duró muy poquito porque aparentemente le hacía el juego a los patrones) y Osvaldo Dorticós Torrado. En 1976 se impone el sistema de ahora: una nueva Constitución, la Asamblea Nacional del Poder Popular y el Consejo de Estado. La Asamblea funciona como parlamento y dicta las leyes, se reúne dos veces por año en fechas conmemorativas (en julio y diciembre) y tiene aproximadamente 620 diputados de distintas provincias, que se renuevan cada 5 años. La Asamblea es la que elige los miembros del Consejo de Estado, de carácter permanente, que según lo que me dijo Oscar son 31. Y los miembros del Consejo son los que eligen entre ellos los cargos de presidente, vicepresidente y ministros y toman finalmente las decisiones de gobierno. Pero a diferencia de lo que cree la mayoría, Cuba no es una dictadura. Pasa que por el sistema democrático particular que tienen, los altos cargos quedan siempre entre los mismos (¿Qué pasará cuando se muera Raúl?). Es así: los cubanos de pie, la gente, puede decidir en asamblea municipal representantes municipales, que para postularse deben presentarse al pueblo y ser conocidos por él. El tamaño de estas asambleas depende del pueblo del que se trate, y a veces son muy pocos, pero los representantes son siempre vecinos. Una vez elegidos los representantes votan entre ellos a un delegado que irá a la asamblea provincial. De ahí, los representantes de la asamblea provincial eligen entre ellos, conociendo a los demás delegados, a los diputados de la Asamblea Nacional, que –como ya dije- son los que eligen a los miembros del Consejo de Estado que a su vez eligen presidente, vicepresidente y ministros. Por ende, el cubano común vota en primera instancia, pero no directamente al presidente que lo gobierna. Participa de otra forma más directa en la democracia en cosas como el Comité de Defensa Revolucionaria y grupos de mujeres, jóvenes, etc. Ahora bien, hay otras cosas interesantes que me contó Oscar: que los delegados y diputados de las asambleas no dejan sus trabajos ni reciben remuneración diferenciada. En un país donde TODOS viven del Estado, se supone ni siquiera los diputados tienen un sueldo extraordinario. De hecho, me contaba Oscar, cuando él fue diputado no dejó de trabajar como profesor de geografía en la universidad y me contó de un diputado que a la vez era barrendero de un pueblo muy chiquito.


2. No sé por qué a Carmen no le saqué ninguna foto a solas (la que le saqué salió con los ojos cerrados). Si Lázaro fue mi abuelo cubano, Carmen fue mi mamá, y a mí los abrazos de Carmen me traen al recuerdo la calidez de su gente, la protección, el amor desinteresado. De Carmen me llevé muchas cosas en el corazón (y cuando la despedí casi lloro) y también cosas materiales, porque me regaló un libro de poemas, una taza y otras cosas. Carmen me enseñó que la fe revolucionaria no es ciega, pero que no por ello es menos sincera. Como conté antes, a ella la conocí el primer día, cuando llegué a casa de Castillo y me estaba esperando para almorzar. Después la vi todos los días creo: buscábamos la forma de ir de un pueblo al otro aunque no hubiera guagua, y he llegado a caminar bastante para ir de Rancho a Ceiba. Una vez lo hicimos completo al camino por adentro, atravesando un conglomerado de casas, con Augusto (foto 3) y Rogelio, los hijos de Carmen. Uno de los primeros días, Carmen nos invitó a comer a lo de Odalys (foto 4), mi primer paladar, mi primer contacto con el “capitalismo cubano”, y no me dejó pagar, cosa que al principio renegué pero después entendí que realmente le salía de adentro y acepté. Y también Carmen nos invitó mucho café, nos abrió la puerta de su casa varias veces, se preocupó por mí durante el viaje y me aconsejó (sobre todo con los hombres, porque ella, como trabaja en el ministerio de Salud, estaba preocupada por mi viaje a solas). Les juro que es la persona más difícil de describir para mí: siento que nada la refleja ni mucho menos su cariño. La verdad es que la escribo y escucho su voz, la escribo y la extraño, y no puedo entender como en tan poco tiempo generé estos vínculos que hoy me tocan adentro.


3. Augusto fue mi primer contacto con alguien de mi generación, aunque es un poquitito más grande. Había gustos que no compartíamos (convengamos que es biólogo y yo historiadora) pero un montón de otros que sí, como la música. Al principio me costaba entenderle, hablaba muy rápido y muy cubano le decía yo, pero era divertido. Augusto había viajado a Alemania hacía más de un año para visitar a una media hermana de una historia familiar enredada y me contaba de esa experiencia, y como muchos de su generación y como su hermano Rogelio (a quién visité en La Habana, por eso no está en este post), tenían muchas críticas a la Revolución, por no decir un odio profundo (aunque Rogelio la odiaba más que Augusto). En aquella caminata de Ceiba a Rancho hablamos bastante los tres y teníamos conceptos encontrados: ellos idealizaban el capitalismo exterior, yo idealizaba el comunismo cubano. Obvio, venimos de mundos distintos. Y hablar con ellos me hizo ver la otra cara. Pero con Augusto no hablamos solo de la Revolución, y eso estuvo especialmente bueno en el momento en que lo necesitaba. Pasarme 25 días hablando de historia cubana quizás me iba a parecer aburrido, y no me iba a dejar ver otras cosas. Augusto fue hablar de esas otras cosas, fue compartir otras cosas, fue mostrarme un lado de la cultura cubana distinto y cuánto trascienden las fronteras la generación y la época en la que vivimos. Fue un momento lindísimo: fuimos a una playa en el norte de Artemisa que, claramente porque era invierno, estaba vacía. La playa era lindísima y me metí por primera vez al Caribe en esa ocasión. Después nos sentamos en la arena y hablamos mucho: sobre todo del amor y de los sueños de cada uno. También de cómo piensan las mujeres y los hombres en cada país, de las costumbres y aceptaciones culturales. Hablamos de lo que nos gusta y lo que no nos gusta y disfrutamos. De lo que nos hizo fuertes en nuestras vidas, de nuestros aprendizajes, de lo que nos gustaría lograr. Fue muy lindo conocer a Augusto, y aunque tampoco le gustó el mate –como a Castillo- también tengo el recuerdo de ese día de sol, arena y mar cristalino como un momento humano. Lamenté tener que irnos rápido: era la regla de Castillo que sino, como buen militar, se ponía nervioso, y yo le había prometido que volvía a almorzar. Además, me había estado cocinando desde temprano un pollo riquísimo. Pero a Augusto lo vi otras veces y todavía nos escribimos. Ya volveré y completaremos eso de hacer snorquel en los corales que había sido la idea de la playa en primer lugar y que no llegamos a hacer.


4. Odalys tiene un paladar que es como se le llama a los pequeños negocios que venden comida: puede ser que de directo a la calle a través de una ventana y vendan café y sándwiches o pizzas, o que tenga espacio para sentarse como cualquier restaurant. Hace ya unos años, desde la presidencia de Raúl, que se habilitó el cuentapropismo. El cuentapropismo (cuenta propia) es básicamente la apertura al capitalismo encubierto, pero tiene sus propias reglas, como todo en Cuba. A grandes rasgos, dieron permisos a la gente para tener negocios cuando ya no había trabajo para darles desde el Estado (una forma muy sutil de despedir personas) en el período especial (se llama así al período después de que cayó la URSS y a Cuba se le vino el mundo abajo, pero muchos cubanos se mantuvieron y por esa cultura revolucionaria aceptaron cosas de momentos extremadamente difíciles que ya aparecerán en los relatos). Esos negocios en un principio estaban habilitados solamente para cubanos; un turista no podía ir. Hoy sí, aunque no es lo más común. Y a la larga, sigue estando regulado por el Estado, porque dependen de habilitaciones e insumos que, deberían, pero no siempre se consiguen en los almacenes estatales. En fin, Odalys nos atendió las dos veces que fuimos a su paladar y fue muy lindo. Al principio me pareció raro porque estaba fascinada con la “yuma” que había caído en Ceiba del Agua y me quería atender de lujo, como si yo fuera la embajadora de Argentina que había ido a comer justamente a su paladar. Pero la segunda vez aflojó y charlamos un poco y me invitó a su casa. Esta vez no pude ir, tenía que irme de Rancho (había vuelto por un día de visita antes de volver a Buenos Aires) y quedamos en aceptar la invitación la próxima vez, sobretodo porque ella tenía que estar en el paladar todo el día. Intercambiamos mails y un par de veces nos escribimos: Odalys me dijo que le había contado al marido y que se había quedado con ganas de compartir unas cervezas conmigo. No sé si era por mí o porque soy “yuma” pero esa fascinación extraña de los pueblos por el extranjero es algo graciosa y divina.

(Sigue en próximo post --> )

Compartí este post:

bottom of page