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Tiempo compartido y la vuelta a la ruta.

La segunda oportunidad de Bariloche fue mucho mejor. Apenas llegamos, tuve una sensación incómoda por volver al mismo lugar y a la vez de añoranza por haber dejado a mi familia que tan bien me había hecho. Pero esa sensación se fue enseguida, porque la situación cambió muchísimo. A la hora de haber llegado, me llamaron Elías y Abby, una pareja de un chileno y una “gringa” que había conocido en Futaleufú. Los invitamos a quedarse en casa y a eso de las 11 de la noche aparecieron en la puerta. Los días que vinieron se convirtieron automáticamente en muchas risas, charlas filosóficas, comidas variadas y, básicamente, tiempos compartidos. Éramos dos parejas, muy parecidas a pesar de las diferentes nacionalidades, y eso nos hacía complementarnos mucho mejor. Nuestra idea original con Andy había sido pasar año nuevo en la montaña para hacer algo distinto pero el clima no quiso favorecernos y, en cambio, pasamos una noche muy divertida los cuatro, con pizzas caseras, cerveza, charlas y un partido de truco con los extranjeros. No pudimos arrepentirnos. Arrancamos el año de la mejor forma, bien acompañados, comiendo bien y felices. Y a la montaña fuimos al día siguiente, un día sin nubes a puro sol. Con Andy sabíamos que probablemente sería nuestra última montaña patagónica así que la disfrutamos con más energía. El camino era lindísimo pero largo, y por primera vez, subíamos con bastante peso porque acamparíamos ahí. Eso fue una nueva experiencia tanto para Andy como para mí. Después de unos mates y muchos chistes, armamos las carpas vecinas y Elías se puso a cocinar los fideos. A 1650 mts. de altura y con la luna iluminándonos de cerca, los fideos resultaron un lujo. Nos fuimos a dormir cansados pero contentos; esa era nuestra primera noche del 2015 y la pasábamos rodeados de un paisaje increíble.

A la mañana siguiente caminamos con un grupo de chicos que estaban también acampando hasta la Laguna de los Témpanos, a unos metros más de altura. El sol estaba tan fuerte que, aunque veíamos témpanos de hielo flotando, nos tiramos al agua. Parte de este viaje enriquecedor está en hacer todo eso que no sé si voy a volver a hacer, el aquí y el ahora. En encontrarte en un lugar puntual, en ese tiempo y con esa gente. Eso no va a volver a repetirse. En la vida pasa todo el tiempo, sólo que a veces no nos damos cuenta.


Con Andy, Abby y Elías en laguna de los Témpanos

Los días que siguieron fueron todavía mejores. Ya nos habíamos convertido en grandes amigos y habíamos entrado en confianza desde un primer momento. Pasamos todo ese tiempo compartido con Abby y con Elías; esa semana ya nos convertimos de dos en cuatro: cuatro tomando decisiones, cuatro divirtiéndonos, cuatro en la playa, cuatro tomando mate, cuatro cocinando, cuatro comiendo asado y charlando hasta las 4 de la mañana, cuatro yendo al supermercado, cuatro debatiendo y aprendiendo. En pocas palabras, fueron días felices. Fue un comienzo de año distinto, que me prometió algo enorme para el 2015, que me renovó esperanzas, que me hizo reflexionar y crecer. Me di cuenta que el 2014 había sido crucial en mi vida, pero que el 2015 iba a ser todavía mejor. De pronto tomé conciencia de que estaba dónde y con quién quería estar. Nos despedimos el 5 de enero de nuestros nuevos amigos esperando cruzarnos en el camino, y de repente volvimos a ser dos. Pero ya no éramos los mismos, lo sabíamos, como probablemente no lo seremos en un tiempo. Arrancaba yo de nuevo y Andy por primera vez, los dos con el mismo entusiasmo. Mochilas en la espalda, la guitarra y la carpa, encaramos la ruta ansiosos. Volvió a mí la incertidumbre del que viaja, del que se deja llevar por lo que tiene que ser, del que no puede planificar mucho más allá de las próximas horas, del que está vivo. Nos habíamos llevado muchos consejos útiles de mochileros de parte de Abby y Elías y ese mes en Bariloche había sido fundamental para nuestro reencuentro, para nuestra maduración como personas y como pareja. Salimos así, como nuevitos, como limpios de alma y de cabeza, como los jóvenes idealistas que somos y con todos esos recuerdos que fuimos acumulando, las ideas, las intrigas, las inspiraciones, las esperanzas y el desconocimiento. Eso es, para mí, el sentirse vivo, el volver a ser como niños, curiosos, inocentes, que se dejan llevar. Así arrancamos.

Aunque por un rato creímos que nadie nos levantaría, el universo, Dios y el destino sabían que debían mandarnos a la persona indicada. Nuestra vuelta a la aventura (o el comienzo de una nueva) empezó cuando frenó un camión de 18 metros de largo y el conductor nos dijo “voy hasta Santiago, ¿hasta dónde los alcanzo?”. No lo podíamos creer. Nuestro destino era Santiago, pero jamás creímos que alguien nos podría llevar más de 1300 kms de un tirón. Habíamos pensado en ir haciendo de a tramos, en llegar en unos días, y apareció Luis, que no sólo iba para Santiago de Chile y buscaba acompañantes sino que resultó muy simpático y hospitalario.

Luis en su camión

Luis era un camionero chileno, con muchas anécdotas e historias para contar y que extrañaba a su familia que vivía en la capital. Después de un cruce por aduana no muy agradable, nos invitó la comida. Cenamos con una familia de otro camionero y unos kilómetros más adelante paramos a dormir. Como nuestra aventura de ruta no podía empezar de otra manera, pasamos la noche dentro del camión, rodeados de cajas pero sin pasar frío. Tal vez sea la única vez, al menos fue la primera, que dormimos en un camión. No sé si se volverán a dar todos los factores para que vuelva a pasar; es la novedad, la sorpresa del viaje, de nuevo, del aquí y el ahora.

Tardamos un día más en llegar a Santiago, donde unos amigos, Fran y Lucas, nos esperaban. La familia de Fran nos recibió con los brazos abiertos y nos invitó a comer y dormir en la casa. Todo salió mejor de lo que esperábamos. Creo que es una buena señal. La vida nos lleva por el camino que nos tiene que llevar y yo confío en ella, sólo debo no olvidar que la tengo. Acá estamos, con Fran y Lucas en Maitencillo, una playa al norte de Santiago. Nuevo destino, nuevos compañeros, nuevo paisaje. Se viene otra feliz etapa y estoy dispuesta a empezarla.

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