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En constante búsqueda.

Ayer subimos al refugio Laguna Negra y pasamos la noche ahí. Puedo decir que no fue una experiencia nueva, porque ya lo había hecho en el Bolsón (click acá si querés leer ese post). Pero fue distinta. Viajar de a dos, aunque ahora hayamos pasado ya una semana en el mismo lugar, es algo diferente. Requiere adaptación, sobre todo si se viene viajando solo con los tiempos de uno, y decisiones conjuntas. Y a la vez, es compañía, es tener a quién comentarle eso que pensaste o con quién compartir una vista increíble para decir “¡Wow, qué lugar!” en voz alta.

Con Andy en la "canchita de futbol", pasando Laguna Schmol

En nuestro caso, no arrancamos viajando juntos y eso hace que a veces, estemos en tiempos diferentes. Pero eso es más lindo todavía, porque Andy me comparte su entusiasmo y yo lo que aprendí; el da sus primeros pasos de montaña, y yo estoy de pronto del otro lado, más de guía que de guiada, cosa que me gusta y a la vez me resulta gracioso, porque hace pocos meses compartía mis días en Chaltén con guías profesionales que me iban dando tips y consejos. Hoy soy yo la que los transmito, y me doy cuenta que me gusta.

También en este viaje voy descubriendo las cosas que me gustan y las que no, las que quiero hacer y las que no, hasta donde estoy dispuesta, de lo que soy capaz, lo que creo, lo que siento, lo que me llena y lo que no me hace bien. Me doy cuenta que, viajando así, estoy en constante búsqueda. En busca de una buena compañía, en busca de risas y de buena gente, en busca de mi vocación y mis deseos, en busca de mis habilidades, en busca del modo de vida que quiero, en busca del lugar que me atrapa, en busca de la inmensidad, en busca del mundo. En, también, una profunda búsqueda interna que jamás termina y que me hace descubrir cosas nuevas cada día, cosas que quiero descubrir y otras que no tanto. Reconozco que nada es definitivo y lo que hoy me atrae tal vez ya no lo haga mañana. Y sin embargo, hoy descubro que me interesa la cocina y que quiero aprender cada vez más, que me gusta mucho la montaña y que me veo viviendo aunque solo fuera un tiempo en la Patagonia, que disfruto de la naturaleza más de lo que creía y que puedo tener más paciencia de la que siempre tuve. También, que escribir es para mí el mejor modo de expresarme y que me gusta la fotografía.

Pero entiendo que la búsqueda no es algo sólo del que viaja. Creo que todos, lo sepamos o no, estamos en búsqueda de algo. Puede ser un lugar en el mundo, o que ya hayamos encontrado ese lugar y ahora busquemos a la persona con quien compartirlo. Puede ser una vocación, o ya saberla y buscar crecer en ella. Puede ser una aventura, experiencia, madurez, o apertura de mente. Puede ser un desafío personal, físico o mental, o puede ser un crecimiento de fe. Puede ser un trabajo que nos guste, o una forma de vida que sea distinta. En este tiempo conocí ejemplos para cada uno. Y vi personas que pensaban muy diferente, que vivían de modos distintos, y que me hicieron repensar lo que para mí era normal. Más allá de lo que termine eligiendo. Desde refugieros, que se pasan meses solos en la montaña sin electricidad ni otras comodidades, hasta quienes habían encontrado su profesión y ahora estaban determinados a seguirla, o quienes se habían enamorado del amor de su vida, o quienes lo buscaban todavía. Conocí gente que trabajaba una temporada en un lugar y otra en la otra punta del mundo, viviendo un eterno verano, e incluso quienes habían viajado por todo el mundo y lo seguían haciendo con sus hijos. Conocí gente que había escapado de crisis y situaciones muy profundas, que yo jamás viví, y otros que sabían que habitaban una ciudad de forma temporal, porque no soportarían toda la vida en el mismo lugar. La lista de toda esa gente sería enorme (se conocen muchas historias cuando se viaja, principalmente, porque uno está mucho más abierto al contacto con el otro). Pero me choqué con todo esto en Laguna Negra. Veníamos hablando con Andy de que no nos gustaba Buenos Aires para vivir aunque extrañáramos algunas cosas, y enseguida nos topamos con chicos de Bariloche que se habían ido a estudiar a la Capital y que se estaban adaptando. Para volver nos levantó una alemana que ya no quería vivir en Hamburgo y que por eso se había venido a Bariloche hace dos años, aprendiendo el español, complicándose para conseguir la residencia y casándose con un argentino que era el hombre de su vida. Apenas nos bajamos, escuché en un almacén a una chica quejándose, que ya no quería saber nada con Bariloche, que quería irse a Brasil, que no soportaba el lugar. Y me reí del contraste; entre la alemana que se había cruzado el océano para vivir en Patagonia y la barilochense que quería escaparse de su ciudad. Me reí, porque entendí que aunque todos estamos en una búsqueda constante, buscamos cosas distintas. Un lugar puede resultar fantástico para uno y para el otro ser lo peor; una persona puede ser la ideal compañera de alguien que otro dejó, y un pasatiempo se puede convertir en vocación cuando siempre hay otro al que la actividad le resulta detestable.

Por suerte el mundo es muy grande, y hay lugar para todos. A veces parece que no, que es para unos pocos, pero si seguimos nuestra propia búsqueda, aunque no sepamos el fin, seguro lo encontramos.

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