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Adiós


Desde el avión

Adiós Buenos Aires,


Te dejo, finalmente, porque hacía rato que debía hacerlo. Espero que no te duela demasiado; no lo creo. Te avisé hace un tiempo que no daba para más nuestra relación y que me iba, pero no hiciste nada para retenerme. Tal vez porque no te importo, o tal vez porque sabés que es lo mejor para mí. Gracias.

Te voy a extrañar, de todas formas, y no podía hacer menos que despedirme. Fuiste mi casa durante un largo tiempo, y también fuiste la cuna de mis alegrías y mis tristezas, de mis comienzos y mis finales, de mis cambios y mis crecimientos. Te voy a extrañar, porque a pesar de todo, fuiste un gran hogar. Voy a extrañar tus ruidos y tu gente ansiosa, las bocinas de los autos, tus calles y edificios, tu fachada más linda y la más fea, tus subtes, tus colectivos, tus personajes. Voy a extrañar tus bares, tus teatros y tus rincones, tu vida siempre activa, tus mundos diferentes, tu capacidad de abarcar un poco de todo.

Te mire una vez más desde la puerta del avión y me di cuenta que sos linda, a pesar de todo. El último tiempo estuve muy enojada con vos, perdoname. Pero cumpliste un ciclo en mi vida y creo que las dos vamos a estar mejor la una sin la otra. A veces me molesta que te creas de afuera y no te reconozcas, que no te cuides, y después me acuerdo que el quilombo y la arquitectura europea combinados son las que te hacen ser vos. A veces me resultas demasiado caótica, demasiado soberbia, un poco ciclotímica, y me dan ganas de refugiarme. Quiero conocer ciudades y mundos nuevos para descubrir cuál será el amor de mi vida. Necesito algo más chico, que pueda cuidarme y mimarme, que sea más exclusivo, que se apiade de mí y no me expulse, sino que me invite a quedarme. Te dejo con todo lo que sos y lo que fuiste, con lo bueno y con lo malo. Adiós, Buenos Aires, espero no hacerte falta demasiado,


Lucía


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