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En la cuenta regresiva...

Me faltan, exactamente, dos meses para subirme al avión. Tengo los sentimientos encontrados. Primero, sé que voy a extrañar muchísimo y me agarran ataques de nostalgia en los que quiero estar con todos todo el tiempo para aprovecharlos al máximo. Después me surgen los miedos, enormes, a no lograr mis objetivos, a que no me alcance el presupuesto, a extrañar demasiado y quererme volver, a no conseguir mantenerme; y también siento que el tiempo se hace cada vez más finito, que no llego con todo lo que me queda por hacer.

Pero más allá de ello, hay algo que sobrepasa todo lo demás. Me faltan dos meses para estar en el aeropuerto y hace semanas que el corazón no para de latirme; que camino por las calles acelerada y tranquila a la vez,

porque estoy ansiosa, muy ansiosa, pero inmensamente feliz; que siento constantemente un hormigueo en la panza que se me revuelve cada vez que pienso en viajar, en estar en un lugar puntual, que leo un libro que me motiva, que escribo para el blog, que averiguo otra cuestión, que charlo con alguien sobre eso, que conozco a un extranjero en un bar y me recomienda ir a algún lugar en su país natal y darme alojamiento…

Sueño, todos los días, con despertarme de repente en Ushuaia, y sé que en poco tiempo me va a pasar. Tengo el mundo a mis pies para recorrer y el corazón y la cabeza en sintonía y a mi disposición. Nunca estuve tan tranquila y tan feliz; tan segura de una decisión en mi vida. Nunca estuve tan en paz conmigo misma.



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