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Todo se da en el momento indicado (Parte 1)

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Siempre fui muy impaciente y a veces me costó creer en esa frase cliché. Pero es verdad. Si algo no se da antes es porque todavía las cosas no están listas. Y creo que cuando algo realmente tiene que ser y de verdad te nace de adentro, va a ocurrir en el momento indicado.

Cuando por primera vez pensé en hacer un viaje largo –en el sentido de cambiar mi modo de vida, aunque fuera sólo por un tiempo, a nómada- era más chica, me faltaba que me pasaran algunas cosas, y la vida se encargó de decirme que no estaba lista. La idea se me implantó en unas vacaciones en Ferrugem (Brasil) con mis amigas, el verano en que terminé el CBC[i]. Fueron unas vacaciones MÁGICAS. Nos habían dicho que la joda era increíble, que estaba lleno de gente que nuestra edad y que nos íbamos a “matar a caipis”. Pero, por suerte, ese no fue el centro de las vacaciones. Justo cuando llegamos, me encontré con una amiga que ya se estaba yendo y que me recomendó: “El lugar está increíble, la naturaleza acá es impresionante. No te quedes con la noche y la joda, hay mucho más acá. Caminá, recorré, subí al morro y sentate a respirar.” Quién lo hubiera dicho, esas vacaciones tuvieron mucho de eso, y un poco de todo. Pero fue ahí, con amigas que también acompañaban el estilo, que subí varias veces a ese morro y tuve las primeras conexiones profundas conmigo misma en mi vida; que por primera vez vi la inmensidad del mundo frente a mis propios ojos, con ese mar gigante que se veía de un lado al otro del horizonte y que me hacía muy chiquita, diminuta para ese planeta; fue esa la primera vez que me sentí plenamente libre y a la vez feliz, con una mezcla de emociones que me explotaban en la panza y que no podía definir; y fue la primera vez que fui consciente de todo ello. En esas vacaciones, un poco por lo mágico del lugar, un poco por las recorridas por la naturaleza, por la buena onda de la gente y porque crucé a varios viajeros que vivían de eso –de viajar- me plantée: “¿Por qué no hacer lo mismo? ¿Por qué no recorrer Latinoamérica?”. Escuchando a una banda que venía recorriendo en casa rodante desde Bahía Blanca, una amiga se prendió conmigo.

Apenas la vi a mamá cuando volví le dije “me voy”. Ella no reaccionó mal. Habrá pensado que era una locura de adolescente o me dijo que le copaba le idea y listo. Empecé a contarle a todo el mundo mi plan. Más bien, “nuestro” plan. No me animaba a irme sola e irme con mi amiga me parecía ideal. No creía que hiciera falta mucha preparación, porque tarde o temprano me iba ir y la idea era “vivir de lo que fuera” e “ir viendo”. Todo era increíble en mi cabeza, pero en ningún momento me puse a planear nada. Nos iríamos en agosto –no sé por qué- y veríamos la ruta que querríamos hacer en el camino.

Pero, como si alguien quisiera decirme que todavía no era el momento, que así no estaba lista, mi amiga enseguida empezó a poner trabas y a demostrar que no había sido más que una locura de las vacaciones. A mí, en cambio, la idea ya se me había plantado en la cabeza, y no se me iba a ir. Estaba segura de que cuando fuera el momento indicado, agarraría mis cosas y me iría.

Las vueltas de la vida me hicieron frustrar –o posponer- mi viaje. Conseguí un buen trabajo que prometía mucho y con el que estaba feliz y a la vez que tuve una decepción enorme que me hizo entrar en la crisis interna más grande que viví hasta el día de hoy. Sin entrar en detalles, el tiempo pasó y me acostumbré a una nueva vida. Sabía en el fondo que estaba resignando mis dos amores más grandes: el viaje y la escritura, pero seguía un poco en crisis, y cuando me volvía la idea a la cabeza me ocupaba más el tiempo para olvidarme o me aseguraba que “ya se daría el momento”. Y sin embargo, nunca dejaba de pensar “¿Y cuándo? ¿Por qué no ahora?”. En ese año y medio de muchísimo dolor y aprendizaje y de un enorme arsenal de cambios que me tambalearon de un lado para el otro, las cosas se acomodarían para que estuviera lista.


[i] ElCBC (Ciclo Básico Común) es el año introductorio en la Universidad de Buenos Aires.


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